
Los miembros del Club de los Caníbales devoran libros: les hincan el diente, los saborean y mastican hasta la última página. Pero las cosas cambian cuando eligen su próxima lectura, "Drácula", y un tipo con aire a vampiro y que duerme en un ataúd se presenta en casa. ¿Quién morderá a quien?
La literatura, igual que la comida, entra por los ojos y a El club de los Caníbales muerde a Drácula dan ganas de darle un buen bocado porque es, justo una marca de una mordedura, lo que tiene en una de las esquinas. Este detalle predispone al lector a leerlo, lo coloca en una posición de buen humor para enfrentarse a una nueva historia de esta pandilla obsesionada con los libros o más bien, que usa los libros para resolver misterios. Atención al mensaje: la literatura como medio para resolver conflictos, para entender lo que no se entiende, para ensanchar el mundo. La historia, como ya imaginamos, parte de un humor absurdo, de una especie de realismo mágico en el que cabe casi todo: desde que haya un mono obsesionado con leer que los padres de Leo confunden con un estudiante Erasmus hasta unos niños que crean una pistola lanza-ajos contra vampiros. En el mundo de los niños, y eso es un plus, no hay límites: la realidad no es un impedimento para la imaginación.
Tenemos en este club de los Caníbales una revisión del prototipo de las pandillas más emblemáticas de la literatura infantil: el responsable, el listillo, el torpe, el resolutivo (él o la). Se me ocurren muchos antecesores, por ejemplo, Los cinco, de Enid Blython. Y el autor, Gabriel García de Oro, lo hace con gracia, con cierta soltura que parece salida de conocer bien el mundo de los niños: sabe hacer sus bromas (Drácula y Dráculo), sabe llevar situaciones absurdas al límite y entiende que una novela dirigida a los más pequeños tiene que ofrecer toneladas de acción, de giros de guion. En esta ocasión, como ya anuncia el título, Drácula será la estrella invitada que sale del libro y formará parte de la aventura. ¿Qué niño –digo, qué lector- no ha fantaseado alguna vez con que sus personajes literarios favoritos se hagan realidad? Pues ésta es la baza con la que cuenta el autor.
Esta novela, que publica Anaya y que, insisto, tiene una presentación "muy cuqui", como dicen ahora los jóvenes, no se queda en el humor superfluo o en la tontería banal sino que hay ciertos valores que están a la vista de todos. ¿Cuáles? El primero y más evidente es el del valor de la literatura –fijaos que es un grupo unido por los libros, que se divierten gracias a la literatura-; y después aparecen otros como los miedos nocturnos o la necesidad de donar sangre. Y no se queda ahí, aparecen cosas tan curiosas como contenidos sobrenaturales o una referencia al internet subterráneo, sí, esa red que está debajo de la que todos usamos. Sí, parece que no hay temas de adultos que no puedan ser presentados para un enfoque infantil. Y después, hay mucho compañerismo, compromiso con el bienestar de los demás, lealtad, confianza y respecto.