
Bienvenidos a una América emergente. Con ella, una mujer que irá despertando de su letargo como esa potencia mundial que años después se alzaría entre las más grades del mundo.Nueva York, 1921 «Ray Donnelly supo que aquella sonrisa desobediente le traería problemas. Esa chica de Boston era de las que miran a los ojos y trituran las aceras a golpe de tacón». Durante la primavera de 1921, Helen McKerrigan-Montero viaja a Nueva York para acompañar a su hermana Laura, a punto de dar a luz. Debido a una absurda confusión, se convierte en el objetivo de una banda de gángsters de los bajos fondos. Para su sorpresa, el responsable de su protección es alguien a quien no ha podido olvidar. El comisario Ray Donnelly asume el deber de proteger a Helen hasta ver entre rejas a quienes dispararon contra ella. Mientras resuelve el caso, debe alejarla del peligro de Manhattan, por lo que decide esconderla en la granja de sus padres en Germantown, hasta el día en que ambos deban declarar en el juicio. Allí, Helen, conocerá a una personita que le robará el corazón. Pero Helen no es una mujer dócil ni hogareña; es apasionada, rebelde, decidida, coqueta y posee una lengua demasiado afilada para Ray, que ya ha conocido a muchas mujeres sofisticadas y huye de ellas con desesperación. Sin embargo, cada día que pasa en su exasperante compañía, intuye que le será muy difícil decirle adiós.
Helen Mc Kerrigan Montero es una mujer de de la década de los años veinte, nunca había leído ningún libro de esta autora en su vertiente “histórica”, pero debemos tener en cuenta una cosa: los años veinte no están tan alejados de la actualidad como nosotros creemos. Si ya Olivia me impresionó por la minuciosidad y el cariño con el que nos presentaba París, Nueva York no se quedará atrás. La señora Ardey no sólo nos transporta en el tiempo, sino nos lleva por calles y hechos históricos que acontecieron en esa década de oro donde las mujeres empezaban a alzarse como las grandes damas que dirigían en un mundo dominado por hombres.
Cuando una autora se siente a gusto con un género eso se nota, y en “Una chica con estilo” nos regala ese potencial innato que la caracteriza. Una de las cosas más destacables de este libro es esa introducción de esos hechos históricos, que sin parecer metidos con calzador, los va disgregando por todo el texto con acciones de sus protagonistas o cosas tan cotidianas como la aparición del primer semáforo en una ciudad. Un hecho que quizás pasara desapercibido en aquella época, pero que hoy en día sería crucial.
Hay damas y mujeres fuertes, y después está Helen. Quizás ahí debo reconocer mi ignorancia, ya que pensaba que una mujer de esa década estaba muy supeditada a los deseos de su hombre, y desde luego su protagonista demostrará a lo largo del texto que no es así. Es una mujer rebelde, justa y sobre todo como su título indica, con mucho estilo. Si en la primera entrega donde la protagonista era su hermana veíamos a un ser más frío y calculador, en esta nos encontraremos ante una persona totalmente distinta, una dama que ha madurado y que tiene unos anhelos ocultos tras esa fachada dominante y decidida.
Ahí encontraremos a Ray, el comisario que llevará su caso y que constantemente desafiará a Helen aunque ella no se quede corta. Ese tira y afloja entre ellos, en un mundo donde parece que los hombres son los que mandan, creo que es la esencia y la salsa de este libro, ya que vemos a un hombre más acomplejado de lo que parece y más pendiente de su rango social del que a Helen parece importarle.
Otra cosa que os daréis cuenta enseguida tras la lectura de este libro, es que la verdadera acción no transcurre en la ciudad, sino en un pueblo de la América más racial donde Helen irá descubriendo que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas y en la más simples. No voy a negaros que al trasladarse ese escenario tan rural, me ha recordado a ritmo de Blues lo que realmente levantó una nación: el trabajo de ese colectivo negro que empezaba a tener voz y voto, pero muy paulatinamente.
Los momentos tiernos correrán a cargo del pequeño Oliver, un niño despierto que hará que se despierte en esa mujer el instinto maternal.
No es una novela romántica, es la historia de una mujer con palabras MAYÚSCULAS que os conmoverá y os demostrará que el amor se trabaja a fuego lento, sin importar las circunstancias ni la condición social. Por eso creo que esta novela se alzará como una de las más grandes del panorama romántico, porque si su protagonista tiene estilo, es porque su autora tiene mucho más.